Cada ocasión que escucho el trillado discurso
calderonista una imagen desoladora se instala cómodamente en mi mente para
perturbarme cada segundo que asimilo las palabras que vomita a través del
televisor. La perorata oficial adquiere, conforme transcurre el discurso, un
tono de voz más elevado y agresivo cuando el mandatario recuerda toda
manifestación civil contra la violencia. Para él no existe el pueblo ni las
víctimas: todo se reduce al costo de la guerra. La personalidad de Calderón a veces cambia y se muestra comprensible ante las necesidades de la población mientras en otras ocasiones se muestra bonachón.
Lo mismo sucede con las televisoras mexicanas que
durante años han manipulado cada segundo la realidad que vivimos mostrando al
televidente una farsa que han idealizado como el único camino para encontrar la
felicidad. Sí eres pobre la fortuna te llegará por si sola; si eres adinerado
una desgracia cambiará la mentalidad capitalista; si eres feo una hermosa
modelo perderá la cabeza por ti. En suma crean programas que poco tienen que
ver con reafirmar los valores que la sociedad ha olvidado casi por completo
para justificar el gobierno que tenemos más no el que merecemos.
Para las televisoras hoy más que nunca necesitan
mantener a la ciudadanía flotando en un mar de historias inverosímiles para que
no cuestionen nada acerca de las decisiones y ocurrencias del mandatario de
México. ¿Será cierto que estamos pagando impuestos para sufrir?
La importancia de llamarse Ernesto es una de los obras de Oscar Wilde a
la que recurro cada vez que habla Calderón, quiero decir que en ciertos
momentos es Felipe y en otras ocasiones es Bunbury. Para Wilde, Bunbury es totalmente inestimable, un
personaje enfermizo, creado para mentir en un tono
altamente moral que
conduzca a la salud o a la felicidad de uno. En efecto un bunburista es un ser
mentiroso, irreal e inverosímil.
No obstante ello la guerra civil ha llegado a
justificarse desde distintas perspectivas que sólo busca la aceptación de las
mayorías y la desacreditación de las minorías que levantan la voz. Cada
discurso bunburista pierde
credibilidad cada vez más por aquellos mexicanos y mexicanas que viven la
incertidumbre social. Asimismo, las televisoras que han unido fuerzas para
enfrentar a quien ahora llaman el enemigo se convierten en otros bunburistas confirmados. Ante ello recurriendo de
nueva cuenta a Oscar Wilde dice que la verdad rara
vez es pura y nunca es simple. La vida moderna sería muy aburrida si fuera
ambas cosas.