Nadie tiene la certeza de que exista un lugar especial para
un muerto excepto el cementerio: la vida y la muerte son inseparables, algo
seguro que todo ser viviente experimentará en algún momento de su existencia en
éste mundo. Desde que recuerdo son las defunciones las que azoran en mi vida
sin que exista un respiro de certidumbre para mis conocidos.
Aquel día no había manera alguna de asordinar el ruido que
emitía el modular de la vecina, las canciones que interpretaba la cantante
Gloria Trevi se podían escuchar notoriamente desde la calle. Sandra era la hija
más pequeña de un matrimonio estable, aún no alcanzaba la década de vida; su
cuerpo escuálido, como el de una lagartija, le permitía realizar con facilidad
coreografías complejas que había memorizado de los videos que grababa de su
cantante favorita.
Contra los deseos de su madre por mantener intacta su ropa
había perforado sus medias e incrustado en sus blusas estampados de colores
escandalosos. Sin embargo, la fascinación de imitar a la perfección a Gloria
Trevi la condujo a esponjarse el cabello hasta dejarlo enmarañado imposible de
peinar. No era raro que en fiestas familiares le concedieran permiso para
presentar ante las miradas atónitas de sus tíos una imitación casi perfecta de
la Trevi. Sus abuelos maternos habían llegado del norte para hospedarse por una
semana en su casa, aquella ocasión toda la familia se reunió para recordar sus
mocedades.
Me encontraba en la calle platicando cuando Sandra salió
para invitarnos a todos para presenciar su espectáculo, nadie quiso todos
fingimos estar ocupados. Su mamá asomó la cabeza entre la puerta para gritarnos
que pasáramos, en un instante todos corrieron para evadir tal invitación, me
quedé a solas y de frente con Sandra, no me quedó más remedio que pasar, tomar
asiento y ser espectador de una estrafalaria imitación.
Podía ver cómo Sandra se alistaba para presentar por enésima
vez su imitación de “zapatos viejos” andaba
por toda la casa un tanto nerviosa en busca de un par de zapatos desgastados
que no encontraba por ningún lugar. Encontró a su abuelo dormido en una cómoda
mecedora de palma tejida en el pasillo que conduce al patio trasero. Sin
desearlo lo despertó, el viejo abrió lentamente los parpados para enfocar la
vista hacia la silueta que se paseaba frente a él, su mirada era taciturna, no
esbozaba ninguna sonrisa pero sí una amargura interminable.
Renunciar a la vida agitada fue la recomendación que el
médico sentenció a todos sus familiares para mantenerlo por más tiempo vivo
ante el débil corazón que latía desde hace cinco años con extenuación.
-¿Qué haces hijita?
-Preparándome para mi show abuelo.
-¿Qué show?
-De mi artista favorita.
-¿En qué consiste?
-Cantar y bailar. Quieres que te muestre.
-No es necesario prefiero dormir.
-Está bien.
Intempestivamente sonó el modular, Sandra salió corriendo
del pasillo para llegar de forma violenta a la sala, hacía ademanes enérgicos,
lanzaba patadas, daba saltos por los sillones, gritaba como loca. Inició su
imitación.
Se adentró tanto en su personaje que fue directo al lugar
donde se hallaba su abuelo, quien despertó sobresaltado, espantado. Enfadado
dibujó una sonrisa estaba invadido por una extraña felicidad, Sandra lo sujetó
de la mano y lo llevó a la sala donde todos aplaudieron, lo sentó en un cómodo
sillón y le despeinó el poco pleno blanco. Su abuelo no paraba de reír mientras
su descendencia veía con ternura a Sandra.
Terminó la pista. Los aplausos inundaron el recinto todos se
arremolinaron hacia Sandra como si fuera de verdad Gloria Trevi. Nadie se había
percatado del tiempo que pasó el abuelo con los ojos cerrados, imaginaban que
estaba durmiendo como era su costumbre. No le dieron importancia.
Por su parte, Sandra se acercó con cautela para acomodarle
su cabello plateado, sintió que su piel estaba fría, corrió directo a su
recamara tomó una abrigadora manta, regresó y la colocó con
cautela:<<Despierta abuelo, ¿estás bien?>>. No respondió. Asustada
corrió con su mamá quien le dijo cosas feas entre ellas que dejara en paz a ese
viejo. Nadie hizo caso. La última persona que se acercó fue su prima quien
gritó fuera de sí ante el cuerpo inerte del abuelo. Acababa de fallecer.
Los servicios médicos no pudieron hacer nada por él, un paro
fulminante al miocardio fue la causa del deceso. No hubo cena, recuerdos, ni
buenos deseos entre la familia. Todo se resumía en lamentos, oraciones y
lágrimas. Sandra jamás volvió a realizar su imitación pese a la insistencia de
su familia, lo último que vio el abuelo fue a ella, y no quien lo llevó a la
tumba. No me quedó más remedio que alistarme para el funeral aquella noche.