martes, 6 de marzo de 2012

Todo lo naco es chido


Por muy desenfadado y estrafalario que parezca el siguiente artículo, producto de mi meticulosa observación e infame pluma, tiene como finalidad plasmar las expresiones de un noble mexicano frente a un evento muy vergonzoso e hilarante a la vez que presencié hace poco más un año. Quiero plantear que confundir la picardía con la ignominia del lenguaje es como creer que un niño tiene mucha similitud con un suricato. Ante ello hago mías las palabras del escritor Jorge Ibargüengoitia al señalar que los insultos son palabras sonoras que deberían tener cierta eficacia: el que insulta y falla está perdido. Y agrega: "los insultos son nacionales, automáticos e independientes del verdadero sentido de la frase".

En la actualidad es muy común escuchar en la calle un sinnúmero de calificativos hacia las personas ya sea por su forma de vestir, expresarse, comportarse, de los ruidos extraños que emiten de su ser e incluso por sus orientaciones sexuales. A mí forma de ver la realidad pareciera ser la individualidad de cada humano la que se mancilla. En cierta ocasión tuve la fortuna o desventura de presenciar en plena plaza de armas de la capital potosina cómo un ciudadano le lanzaba piropos a una linda mujer que por su porte, elegancia y sobre todo por sus hermosas piernas, como si estuvieran destinadas a posar por siempre ante las cámaras su perfección, encontraría una idílica relación con ella:<<¡Chiquita! ¡Apachurro! ¡En esa cola si me formo! ¡De allí deben salir bombones! La chica de forma displicente le respondió con imprecaciones que mi refinada educación me impide parafrasearlas, aunque siempre he creído que las maldiciones no existen sino más bien son construcciones mentales del lenguaje que sólo los mexicanos podemos comprender. Para cerrar la escena la hermosa chica con su voz angelical le grita: ¡Maldito guarro!... ¡Naco! Aquel jocoso ciudadano al escuchar ésta última expresión le cambió el semblante y hasta el humor, de estar un tanto concupiscente y burlón terminó abúlico e iracundo.

Nunca me imaginé el impactó que provocaría en el ciudadano que le restregaran en el rostro la palabra naco. ¿Pero en la actualidad qué significa ser naco? ¿Acaso un ser subversivo, un primate, un sinónimo de pelado, pobre, rico, clase mediera? Para responder a todas estas interrogantes no pude encontrarme con mejor definición que realiza Guillermo Bonfil Batalla en su libro México Profundo, donde señala que la palabra naco es "de origen racista, peyorativa y discriminador se aplica usualmente a la gente desindianizada, que por estar radicando en alguna ciudad trata de imitar el comportamiento, atavíos, expresiones de las altas esferas sociales, al grado de llegar a la aversión." A todo ello tengo la impresión de quien dice ser naco es chido, la verdad se impone, no creo que exista palabra más precisa y elocuente para desatinar a cualquiera. 

Hace unos cuantos meses tuve la fortuna de presenciar la película y concierto de Botellita de Jerez en la Arena Coliseo de la capital potosina, con una afluencia que rebasaba los cuatrocientos espectadores, fui testigo del Arrejunte de una de las bandas más importante del país. La fusión de ritmos, letras en doble sentido e inspiradas en libros como Forjando patria y Laberinto de la Soledad, así como la reivindicación de lo naco, conceptualizó su propuesta musical en El Guacarock. Un espectáculo que asombró a toda una multitud por la dinámica y propuesta musical de Francisco Barrio “El Mastuerzo”, Sergio Arau “El Uyuyuy” y Armando Vega Gil “El Cucurrucucu”. A propósito del escenario el cuadrilátero fungió como el excelente espacio para disfrutar canciones como: El Guacarock del Santo, Tons que mi reina, a qué hora sales al pan? Alármala de tos, Oh Dennys,entre otras más.
En referido recinto se dieron cita niños, niñas, intelectuales, activistas políticos, científicos sociales, literatos, curiosos, despistados, apasionados, renuentes, escépticos, ebrios errantes… En suma nostálgicos guacarockers. Bajo la consigna:<<¡Muera la Minera San Xavier! ¡Viva Cerro de San Pedro!>>, dio inicio una de las bandas más emblemáticas del país. 

La fuerte crítica social fue el aliciente para reafirmar una identidad negada por un agobiante Estado que desprecia la libertad de expresión. No obstante ello la diatriba del Uyuyuy, estimuló una enloquecida búsqueda por la igualdad, incidiendo en la aberración de un país discriminador como lo es Estados Unidos que, mediantes racistas leyes migratorias, pretende someter a todo ser humano sin dar muestras de respeto a la humanidad.
Sentado observé atentamente cómo la fuente de emoción se desbordaba en todo el graderío: hilaridad, canturreo, charlas, pasiones desbordadas, desmedida ingesta de cervezas, movimientos oscilatorios de cabezas, estruendosos aplausos, retumbantes silbidos, chicas compartiendo los piropos más guarros de las que han sido víctimas estimulando desaforados gritos concupiscentes:<<¡Chichis pa´ la banda! ¡Chichis pa´ la banda!>>. En resumen todo fue alegría. 

No dejo de admirar a los botellos y los años de talento que han derrochado explotando los recursos de su genio literario plasmándolos en canciones que pueden ruborizar a más de uno e instalar cómodamente a más de tres en la disertación de la cultura mexicana. En efecto de una nación cimentada en el mestizaje producto del aniquilamiento nativo y sometimiento europeo. Sería por ello la evocación de una de las mujeres más importante de la historia del México prehispánico: La Malinche. <<La primera secretaria bilingüe que tuvimos>> agrega con sarcasmo El Mastuerzo.
En el momento más decente de la noche El Cucurrucucu dedicó un idílico poema a Carmen Aristegui ante la censura de la que fue víctima; de mentarle la madre a Calderón y a los racistas del mundo; de respetar los derechos indígenas y enaltecer al EZLN; de evocar en el imaginario colectivo aquello quienes luchan los domingos y son los chidos. En pocas palabras presenciar el concierto del Arrejunte de Botellita de Jerez, fue validar el movimiento reivindicador cultural mexicano: ¡Todo lo Naco es Chido!

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